oscar perdomo marin

YO ME DECLARO HEREJE

Oscar Perdomo Marin

 

YO ME DECLARO HEREJE

 

 

Yo me quedo con lo que me quedo.

Tus muletas para andar, no necesito.

Eres mi cuerpo, lo sé

pero yo soy el rey.

Dicto las reglas, aunque te empeñes

en pegarme tus achaques

y te vengues de mí,

maltratándome el cuello y las caderas,

fastidiando mi estómago,

tumbándome en el piso

con tu pistola de años,

para obligarme a decir que soy un viejo.

 

“Es un asalto”, dices.

De dolores te lleno

y te obligo a evadir la fuerza prepotente de la vida

cuando taimado esperas la luz para pasar en la avenida

o evitas que alguien, veinte años por debajo de tu edad,

te restriegue el otoño por la cara

con atlético desparpajo,

mientras que una bala no lo alcance

y sea tan inútil como tú.

 

¡Ah, cuerpo inquisidor:

yo me declaro hereje!

No tengo edad para aguantar tu prepotencia

hipocondriaca.

Detesto los ayes que se agolpan en mi boca.

Ando ligero, aunque tú me detengas

y me llenes de miedo.

 

Ah, cuerpo inquisidor:

soy un confinado de tu decadencia

y lo peor, es que pretendes

obligarme a renunciar al buen vino,

el baile, los amigos;

el derecho de amar y ser amado.

 

Ya sé: te choca como vibro.

Deteriorado estás y poco a poco,

te vas poniendo viejo

y no se si me quede en otro cuerpo.

 

¡Ah, cuerpo inquisidor yo me declaro hereje!

 

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