Poemas que se fueron
para jamás volver,
poemas desterrados de par en par,
que fueron enterrados
sin pompas ni epitafios.
Poemas con alma de pino
que fueron muertos al segundo
por el estiércol,
poemas atomizantes de peonias
que recibieron aliento mohíno.
Poemas de bilis, de amargura,
como la quebrada
que de quebrada solo lleva el nombre,
pero cuando se le antoje al niño
la inundará de llanto y barro.
Como el yucún
al que jamás penetra el agua
y todo ensucia;
versos que son vida
y versos que no son ni la sombra.
Se tumbaron el uno al otro
y ahora solo versos añorados;
poemas que escucho, que recuerdo,
poemas de fuego
que drogan mi memoria.
Poemas destrozados por el minutero,
que de un tiempo acá, se convirtieron
en el guión de mi propia novela,
que fueron escritos por gusto
y por el disgusto del destiempo.
Poemas dramáticos e hipócritas,
admirados de vez en cuando
y discriminados siempre;
que fueron escritos
sin saberse nacidos.
Poemas desmelódicos,
que fueron desollados,
nacidos muertos,
que no fueron al salón de belleza
del compas y la melodía.
Poemas casi olvidados
y el rostro adusto de bastantes;
de los que jamás supo la corista
y de los que el ultimo fracaso,
recién le dio la espalda.
Físicamente muertos,
aunque neuróticamente vivos
pero al fin poemas muertos,
que llevan al mismo tiempo,
la resurrección y el sepelio ajeno.
© El Yarawix