a Antonia Acevedo, mejor dicho, a Libertad Gaviota, que vienes de aquél mar muerto con la esquela que me envió Libertad, no me recuerdes que la tempestad no me ha dejado llegar a su puerto Gaviota, dime si en verdad mi amada se hará un vestido de sal y de arenas como el que se colocan las sirenas cuando se acuestan a ver la alborada Dime que no ha muerto de soledad ni tampoco de pena, y que es verdad que aunque a mi mar siempre lo azote un trueno y su mar no deje de ser mar muerto, ella seguirá esperando en el puerto o en el caladero donde faeno Camilo Bello