Por mucho que te cuenten,
morir solo, sin una mano amiga,
no es digno de algún dios que fuera bueno,
y aun menos si es Jesús de Nazareno;
y al paso que te pisan te revienten
cual fueras, humillada, alguna hormiga.
Morir siempre es injusto
los buenos y los malos por igual,
en medio del vacío, de la nada,
igual que dando al culo una patada
y hacerlo e infringir le a él un disgusto
sufriendo cual si fuera un animal,
Morir abandonado
dejándose llevar de la tristeza
en un lugar que tú no has elegido,
no puede ser el fin de un buen nacido
así que no estés libre de pecado
y aun menos si eres ser que a un dios le reza.
Morir como indigente
en esa noche o día tan aciago,
que debe soportar como un desprecio,
por alguien que le tilde de ser necio,
sin verse rodeado de su gente
haciéndole pasar allí un mal trago.
Morir, el retroceso
a todo lo que hiciste tú en la vida
sin nadie que te ayude o que te aliente,
dejar de ser lo que eras de repente
privándote por siempre de algún beso,
no es digna de un cristiano esa salida.
Morir, yo hoy me rebelo
consciente que está próximo el ocaso,
no encuentro solución ya a mi lamento
ni sirve de consuelo,
pues clamo ya hasta el cielo y no hace caso
que trae a mal traer que es tan cruento.
Morir no es lo importante,
lo grave del morir son los afectos
que huérfanos se quedan tiritando,
sin nadie que les quiera, suplicando
le deje resistir mientras que aguante
el cuerpo y que le alargue sus trayectos.
©donaciano bueno
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