Ahora,
que he llegado al ocaso de mi vida
y me agobia lo pasado, me invade la tristeza y lloro
por los errores que fueron muchos
y por mis amores que son contados.
Ahora,
que he llegado al ocaso de mi vida
como el verano sobre el prado,
dos largas líneas surcan mi frente
y, otras dos, hienden mis manos.
Ahora,
que he llegado al ocaso de mi vida
y veo que, al fin, un largo trecho ha terminado,
sólo quiero pedir perdón a los que nunca ame
y, más aún, a quienes hice daño.
Ahora,
que he llegado al ocaso de mi vida
y el espejo me recuerda que todo está acabado,
confieso que no se puede vivir
solo, triste y enamorado.