Qué fugaz la senda
que advertía
largas jornadas.
Perdí en sus recodos
la risa del amigo muerto,
extravié el viento amarillo
de agosto,
el susurro secreto
de una lluvia nocturna
en un noviembre feliz.
Perdí la luz de tus ojos
y la clara voz de mi padre
que se muere eternamente
en esa tarde de domingo.
Qué corto el camino
de piedra
que me lleva
a encontrarme
con lo que nunca fui.