Izandro

Aquel Espacio Amado

para mi amigo Armando Peña Rios...

 

Los espacios se habían llenado, de una saciedad carente de letras y aromas que habían muerto, los trinos jugaban al contraste de luto que las hojas amarillas en el suelo acompañaban, y había en el antiguo frondoso verde de aquel, de su jardín, un añejo algarrobo que lloraba en silencio, por el desamor de aquella tierra seca y muy yerma, entonces dos labios se entreabrieron y vocalizaron el espacio olvidado, y los amó, amó a cada gota de rocío que se había ausentado, y a cada aroma de jazmín que estaba dormido, los gorriones ahora se abrazaban al cielo que doraba aquella tarde, cuando su cabello tan negro como el olvido, se agitaba reemplazando al viento que se había marchado.
Entonces sus manos ya no tan finas, acariciaron al suelo, a la madera, y a aquellos geranios ahora tan secos, era la proeza y el milagro del Amor, y de todo lo que él podía, y aquel paraje triste y olvidado, nació nuevamente entre el lucero de su mirada, y el dulce beso de sus ansias.
Aquellas dulces palabras que ella rezaba, y la suave caricia de su pecho a ese paraje renunciado y dormido, habían provocado el despertar de todo aquello que había amado.
Sus manos, ahora ya no tan finas, acariciaban de su rostro siete lágrimas, una por cada día, una sola a la vez… por cada uno de esos milagros, porque aquel espacio querido, que era suyo, en su Alma, y en lo más hondo del Amor y de su recuerdo, ahora nuevamente tenían brillo, el de su Amor, acariciado con su Alma.