Alzo las manos
y busco las estrellas.
No llego al cielo.
Pero yo insisto.
Me pongo de puntillas.
¡Nada, imposible!
Entonces sueño.
Me encuentro en un navío.
Cierro los ojos.
Suenan los remos
que bogan sin descanso
y cruzo el mar.
Se alza la barca,
me lleva por los aires.
Estoy soñando.
Y vienes tú,
la musa de mis versos,
calladamente.
En ti confío.
Se hablan nuestros ojos
y sus pupilas.
En el silencio
se dicen muchas cosas
y hasta sonríen.
Vamos sin prisa,
la luna está muy cerca,
y nos espera.
Rafael Sánchez Ortega ©
22/03/20