¡Oh canción invernal
que vienes a mí poderosa
con tu voz silenciosa,
como canto estival!
¡Oh razón de mi delirio,
que floreces en mi corazón apagado
como florece la rosa en el páramo olvidado,
como crece en mi jardín el lirio!
Tan callada vienes a mí
que casi no te logro alcanzar;
tu verbo no se puede acallar:
¡es el agua que siempre bebí!
¡Oh canción invernal
que suenas en mi alma juvenil,
eres el salmo que en el viejo atril
recito cada tarde de estival!