Observó el otro lado del puente fingiendo poco interés, con mirada despectiva manifestó su desagrado por aquellas personas que lo cursaban sin cautela.
En la comodidad de la banca observó su alrededor y decidió ignorar la verdad a la que tanto temía, minimizando el valor de lo desconocido.
Cada día recurrió más a aquella banca sin querer reconocer las razones, mirando perplejo pero fingiendo falta de asombro por aquello que imaginaba del otro lado.
¡Oh pobre hombre! Cuando decidió reconocer su necesidad de dirigirse a aquello tan deseado, este puente se había derribado, sin embargo, empezó él a constituir el suyo.