Intentó refugiarse en el lado
opuesto de su tristeza resistente,
desechando el lamento inútil
de su abundante fragilidad.
Deseaba apropiarse de su vigor,
del calor efímero de su alma
envuelta en un tenue manto
de compleja oscuridad...
Quería retener la poca fuerza
de su resistencia interior.
Hacer prisionero el magma latente
de su corazón,
agujereado por las punzadas
de su terror.
Los gritos secos de su mente
la arrastraban por pasillos
de completa oscuridad;
de ceguera pasajera, inundando su
rostro con lágrimas opacas de locura
transitoria.
Sus temores eran propios
de fantasías ardientes,
de nostalgias fugitivas
en rincones desolados.
Amaneció de repente
en su inmensa soledad...
Solo sentía torturas,
latigazos infinitos
quebrando las raíces estériles
de su cuerpo malherido
por las llagas invisibles
de su tormento cotidiano
y desgarrador.
El miedo la atenazaba,
la envolvía en un manto de locura.
La soledad le iba comiendo
cualquier atisbo de su poca fortaleza.
Luchaba.
Lucharía sin descanso...