Ellie Woonlon

Poema de una hoja rasgada de su diario

Ayer se levantó, vi cómo inspiró y posó sus pies en el piso frío.

Me sorprendió que se quejara, pues tenía sus plantas cálidas gracias al cobijo.

No sólo fue al baño, sino que fue a ver cómo estaba también mi hermano;

lo despertó, era en la mañana, temprano, y sonriendo le dio un mandado.

 

 

Mi hermano rezongó, lo había despertado de un buen sueño,

pero yo estaba viviendo el comienzo de un anhelado deseo.

Él prefería quedarse en su mundo astral, por eso no se enteraba al menos,

de que se había levantado por fin el enfermo, en nuestro sitio real.

 

 

Ha pasado poco más de un año desde esos grandes malos momentos,

todavía se está recuperando, tiene sus cortos lapsos de sufrimiento.

Yo hoy en día tengo una gratitud que me ha dejado sin aliento,

porque he gritado para adentros míos que nada es eterno.

 

 

No sólo habla; grita, se enfada; dice cuánto nos ama y abraza.

Yo quería apostar por creer en la esperanza,

a pesar de sentirme apartado de Dios en mi espiritualidad mediocre.

Ahora creo que nunca fue demasiado tarde, para mi familia en casa.

Y de a poco yo también me voy recuperando, para que El Altísimo me perdone.