Eduh Siqueiros

Lejos de las miradas

Realmente no existen muchas divergencias,
oh mía, entre lo que soy y lo que tú eres,
simplemente que ha sido por las contrariedades
del destino que se bifurcaron nuestros criterios,
existe la gran posibilidad que yo posea
aquello que precisas, aunque ambos carecemos
de la misma vis… emprendes tu aventura
matando íncubos, finjo vigor, nos identificamos
tanto pues así protegemos nuestra conexión,
nuestra atracción son las turgentes emociones
que consiente nuestra insoportable lejanía,
nuestra forma de proceder lo tolera,
un repudio de la distancia para nuestros corazones
que tan próximos se hallan en este embrujo,
malévola no eres, ni yo maldito, puedo amar,
y tú, mujer de mis ensueños, sabes retribuir,
bien sabemos que somos tan similares,
a pesar de nuestras diferencias tan peculiares.


Te amo, oh mía, en cada desgarre de la atmósfera
cuando el sol proyecta su vital irradiación,
te amo, cuando el crepúsculo pinta la estratósfera
después de la jornada diaria, qué fortuna,
y cuando el bardo se inspira bebiendo su brebaje,
te amo, ¡ay!, que los cielos permitan que podamos
entregarnos… mientras el mundo gira y gira,
retribuyéndonos con las fruiciones que nos concedemos,
manteniendo así, siempre encendida la pira.


Un ente misterioso que irrumpe en tu mente,
que dulzor y simplicidad le induces sin saberlo,
y en retribución él deja a tu alma en expectación,
él avezado a los mimos y arrumacos, duerme
-sin que lo merezca- sobre los efluvios de tus flores,
tan sólo por sentir el sortilegio de sus olores.


Hubo un varón agraciado en la espera, bello litoral
que circundaba al escenario de la exaltación,
eran las horas primeras para el encuentro,
y el crepúsculo era una idea sin vitalidad,
el varón aguardaba su cita ya acordada
con la danzante de la noche acaecida,
lejos de las miradas, él sólo con la mujer
misteriosa que se mantenía sin revelarse,
los nubarrones intentaron congelar la región,
pero una vez que los dos coincidieron,
las prendas relucieron en el cuerpo de la amazona,
para el asombro del varón… y se besaron,
custodiados por la arena que los solapaba,
y en el preciso instante que todo se dirigía
a la consumación del idilio… el acto
se frenaba por el furor del océano en celos,
la tempestad de dos almas se pausaba
quedando así en suspenso
el devenir de este romance intenso.