A mi madre
No puedo decir que recuerde tu olor, madre mía,
pues jamás me ha abandonado.
Siempre ha estado impregnándolo todo de ti
como un milagro en el que la luz amaneciera
y nuestros cuerpos se unieran en un pacto indisoluble
en que los dos somos a la vez hijo y madre.
Soy porque eres
pero tú también eres una parte de mí
que existía ya antes de que mis huesos se juntaran.
Por eso sé que cuando tu alma parta hacia ese lugar
donde el sol abriga pero no quema
donde el frío nunca nos hiela más
tus huesos seguirán ardiendo en los míos
del mismo modo que mi corazón arde en el tuyo
como un pacto sellado antes del tiempo
y después de todos los tiempos
en los que el amor olvida.