Miguel Ángel Cisneros

El después

Detrás de cada difunto,

despiertan sombras ahogadas;

asfixiadas por el vaho

de los reproches; de las 

carcajadas apenas audibles.

 

En su halo de memorias,

se construyen edificios

habitados por los sueños

no conciliados; viviendas

de interés social para huéspedes

que no pagan alquiler,

porque no pueden hacerlo.

 

Para el difunto, todo parece

orquestado, desde el “buenos días”

transformado en un entonado réquiem,

hasta el “adiós” ahogado por el bostezo

de árboles que parecen sacristanes.

 

Los muertos no crecen en talla,

pero asómate a ver su prontuario

de recuerdos al por mayor.