Limpiamente se remansa,
el fuego de una felicidad proyectada,
consumada en la cocina,
mientras la nieve reposa fuera de la casa...
La vida es buena,
robusta y dura, fecunda en alma viva,
en este invierno que zumba,
sobre la ventana, el viento frío de la serranía...
La vida es perfecta,
en la pobreza de la madera polvorienta,
y en la vieja piedra,
con olor a ceniza, el perfume de cada día...
No hay palabra vacía,
y cada sonrisa es leve, sumisa y precisa,
nuestra sal de la vida,
y el Corazón de Jesús en la repisa...
Luego ya, en la tarde intima y cansada,
un nombre que se nombra,
del amor de madre, más grande que se recuerda,
en el Santo Rosario, a la Virgen María...