Yo era de visita.
Transitaba por determinadas
cordilleras, sapiencias neutras,
sin sentido, acometía
divinidades ciegas, destruía formas
evidentes, plausibles. Yo era
una forma ondulada, un crespón
de cenizas, una apariencia ciegamente
empujada por las cúspides, hasta el enfrentamiento.
Yo era de aquellas otras corpulencias,
imantando los arroyos con presencias inevitables,
con cirros o nubes de antaño.
Yo era de aquellas otras corpulencias.
Una forma más, colisionando imprudentemente,
contra muros o paredes, humanos todos.
Y mi cuerpo sufría las evidencias.
Uñas deterioradas donde no llegó el frío.
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