Me desvelo la piel a sacudidas,
pues la escarcha de mis párpados
me moja las cicatrices del revés,
por dentro, por el lado que no se ve.
Ahí están, exactas en sus huellas,
susurrando en el silencio
como un enigma de viento
que a falta de espada y fuego
solo muestra la sombra de lo que fue.
Y ese instante interminable,
esa noche interminable,
esa lengua devoradora
que a menudo me encuentra mirando
cómo ensucia el aire de mis abismos,
me habla de lo que quiero olvidarme.
Y a veces, siento que el desierto
va ganando terreno con el tiempo,
que la Nada ya ganó y ahora,
en el descuento,
solo vivo espejismos,
infinitesimales pensamientos que chocan
en escorzos elegantes
contra las rocas de mi memoria.