Tengo ganas de llorar, supongo que así se siente suicidar recuerdos o al menos, amontonar memorias y echarlas al enorme lago del olvido. Tengo una extraña sensación de melancolía que golpea el pecho. Melancolía por mí, por el tiempo perdido entre pensamientos que no avanzaban y falsas ilusiones que me retrocedían. Revisando las facturas de tristeza noto que por sumarte siempre terminé restando emociones indispensables. Multipliqué tus sonrisas mientras dividía las que en mí habitaban. Te digo adiós en contra de todo deseo, por algo se empieza.
Me voy, eres un lujo que no puedo permitirme con esta bancarrota del alma. Descansa en paz en mi cementerio de experiencias. Esta noche le hago un punto final a tu historia. El diario donde recogía lo nuestro tuvo páginas sobrantes que arranqué, así me veo en la obligación de no reescribirlo jamás.