Miguel Ángel Cisneros

Teutoburgo (del libro Roma)

Este bosque de maravillas,

ungido por sensaciones en lluvia,

algunas amargas, otras dulces,

fue el primer bosque en interiores

que Dios se atrevió a crear, pero nunca a ver,

porque está más allá de sus manos

y el hecho de verlo y caminar por sus senderos

se asocia a su más grande rival.

 

Un bosque en el que todos los árboles son iguales;

guayacanes rojos, ¡habrase visto tal especie!

Desde la raíz hasta la punta de sus hojas

cubiertos de clorofila semicarmesí, semigranate;

recorrido por un río ámbar sin peces ni tortugas,

una que otra garza alrededor;

un río llorado desde la distancia que jamás se extingue.

En su cauce la vida es escasa y fallece a su vera;

mas en el fondo, atados con grilletes a los tobillos

y al otro extremo ladrillos de marfil,

se encuentran los únicos habitantes del bosque

 que una vez estuvieron fuera de él y

 aseguran que por gracia divina volverán a estarlo muy pronto.