Siempre me voy; siempre permanezco. Estoy y no. Podría ser. No soy... o soy pero termino yéndome. Vuelvo; me quedo en ti y reconstruyo aun sin ruinas. Todo es a partir de un nuevo cimiento o de ninguno. El ciclo es así... el tuyo, el mío. En él estás y estuve ahí antes. Creí que estaría después; no esta vez. Temo que no podrá ser. No seré, no fui. No me voy a pesar de todo, ni permanezco del todo; no podría ser aunque me vaya o aunque vuelva. No me quedaré ni reconstruiré mis paredes con tus rocas vírgenes. No lograré marcharme a sitio alguno, ni fuera ni dentro. Quizá lo haga cuando no sea posible. No podemos habitar la nada, besar el aire o vivir de sobredosis de oxígeno a la deriva del desamor o de la cama que levita. Me iré... No me encontrarán, ni tú, ni tu memoria, ni la mía, ni las culpas o la excitación pura de los días; ni siquiera el aliento que solías decir que yo te era. Debo dirigirme en línea recta, ocupándome de las heridas que sangraran el trayecto entero. Cuando quede vacía del camino, de no quedarme a pesar de esas pupilas ocre que me persiguen a oscuras y proyectan las sombras que me erizan... Cuando reflejen mis hombros el brillo que me dejarían tus incipientes expectativas y tus dientes, romperé el contenedor... se abrirán las suturas.
Desataré los miedos. La sangre seguirá su cauce en picada.
Para no amarte, me negaré el antídoto.
Me perderé y así, perderé intencionalmente todo rastro de ti...
Me iré de mí.
Yamel Murillo
Incisiones
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D.R. 2015