¡Lo que diera por verte temblando
en mi lecho, con fuerte deseo;
y escuchar de tu pecho el jadeo
que te deja sonriendo y soñando!
En las noches me acuesto pensando:
¡Si pudiera escuchar su gorgeo,
que convierta mi espíritu en reo
de su cuerpo, que vivo anhelando!
Más parece imposible que pueda
de tus labios beber su dulzura;
disfrutar de tus manos de seda
y gozar tu sublime ternura;
¡y tan triste mi sueño se queda
navegando en su necia locura!
Autor: Aníbal Rodríguez.