Se ve por como camina que es un hombre solo
no acostumbrado a compartir el espacio con otros.
Avanza escorando, pero luego se endereza
y reconquista el centro de la acera desierta.
Sería mejor que alguien fuera a su encuentro
y lo agarrara del brazo, como se hacía hace tiempo
entre viejos amigos, para dirigirlo y escoltarlo
sin que él se dé cuenta, hacia donde tenga ganas de ir.
El espacio vacío, es más que evidente, lo aterroriza
como si dentro de aquel vacío hubiera el fantasma
de alguien que él perdió desde hace ya años
o que se quedó atrasado sin que él, distraído
y todo encerrado en si mismo, sin darse cuenta,
se haya detenido al menos un poco, para esperarlo.