La espero, sí, la espero; como brisa
y como lluvia fresca y cristalina,
como el viento que sopla la neblina,
como el trinar del pájaro sin prisa.
Que canta sus acordes cual sonrisa,
cuyo cantar no para, no culmina;
ni el corazón de palpitar termina
al esperar como yo espero, aprisa.
No quiero caminar sendas sin verte,
ni sufrir una larga y triste espera
con la angustia de no poder tenerte.
Con dolor inclemente de quimera,
aunque me queme el sol hasta la muerte,
yo la espero aunque ya no me quisiera.