Ese Dios silencioso,
que lleva las alas rotas,
con el corazón deseoso,
del rocío bañarlo en sus gotas.
En sus alas lleva atado,
los lazos que va uniendo,
cada vez que vuela al lado
de aquello que va bendiciendo.
Entre las alas cansas de tanto volar,
escuchar el llanto callado,
el lamento de un corazón harto de llorar,
la pena misma que la vida le ha dado.
Eros ha bajado a la tierra,
a los hombres buscar,
la tristeza que el alma encierra,
en la lucha que no cesa de trocar.
En el silencio vuelo del viento,
en el rugir del huracán,
alza las alas, despega su vuelo,
el Dios que las penas borrarán.
No cesa en su intento,
porque el alma vuelva a despertar,
volver la vista a aquel momento,
que nos hacía suspirar.
Afrodita sufre el desdén,
de aquellos que buscan la belleza,
buscarla solo donde la ven…
su rostro refleja su tristeza.
En su faz todo compungido,
pocos notan su presencia,
pues son aquellos elegidos,
que el corazón aconseja.
Mas Eros sus alas ha abierto,
vuela alto cada vez más,
en el silencio ha descubierto,
la fuerza que lleva su verdad.
Afrodita ha vuelto a surgir,
en el silencio que atrapa,
la vida que vuelve a salir,
y la luz que el cielo destapa.
En sus manos está el esperar,
lo que su hijo puede hacer,
la prueba que ha de superar,
la lucha de nuestro ser.
Es el amor una lucha,
el trabajo a realizar,
la voz que en el silencio se escucha,
y la inspiración que se ha de dar.
Trabajar por los momentos extraños,
encontrar la Voluntad en la razón,
conocer los escarnios y los amaños,
que minan la conciencia y el corazón.
Trabajar para la locura y el amor,
sentimiento que todo lo da,
saber que todo trae una gota de dolor,
pero la recompensa es la paz.