Y te dejé esa mañana
salir, calmada paciencia,
ni un adiós que no se oía
entre los pasos de urgencia.
He visto cercanos ojos
que miran con inocencia.
Ojos claros porque acá
dejaron de ser ausencia.
En este lugar del mundo
nadie tiene diferencia,
sino que solo rescato
tu bonhomía, auténtica.
Partiste con la sonrisa
de este mundo sin decencia.
Del enredado monólogo,
te guardo amado en la Iglesia.
Por este lugar sagrado,
ha venido la pandemia
dejando huellas de muerte
Muerte, su triste presencia.
Amalia Lateano
Gala Grosso
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