Saludé con vigor a la familia Jaramillo, pero cuando ella dijo \"Hola\" sentí que un pálpito apuraba al siguiente, respondí tras unos segundos y percibí que mi voz se había hecho más frágil y quebradiza.
Dejé mi número bajo una excusa rebuscada, pero lo apuntaron sin más dilación.
Me besó en el parque y esa tarde pareció volar, volví a casa y me prometí hacer las cosas bien para que al menos estuviera conmigo en mi cumpleaños.
Una tormenta casualmente nos juntó en su cuarto, desnudos e inseguros, nos fuimos entregando con la incómoda prisa y el temor de ser descubiertos.
Sus pestañas, su vientre, su cuerpo en total esplendor, habría sido el milagro más puro jamás revelado, bebí de él como se abreban los insaciables; la oscuridad en ese rinconcito de sábanas viejas instauró en mi ser una suerte de compañía auténtica y cursi.
Pero todas mis inseguridades se preparaban para tenderme una trampa y por supuesto caí. Conocí a Jane, la besé casi inconcientemente.
Otra cama, otras pestañas, otros labios; me vi llorando arrepentido y decidido a acabarlo todo.
A tres cuadras de casa, Helen besaba a otro hombre mientras yo advertía con cierta alegría, que el basto universo me había dando un delicioso golpe de knockout.