Pyck05

FRAGMENTO DE UN DIARIO - DÍA 11

Día 11 por la tarde. 

Hoy quiero salir de paseo
y para ello nada mejor que cerrar los ojos.

Cerrar los ojos y dejar volar la imaginación.
Decirte \"que si te animas\",
\"que si quieres venir a dar ese paseo y una vuelta\".

Mira, podemos ir hasta \"la península\",
sí, aquella península, con los pinos,
por la que tantas veces hemos paseado.

Bueno, tampoco fueron muchas, quizás unas poquitas,
pero se han quedado muy grabadas, ¿verdad que sí?.

Recuerdo una vez que fuimos y,
andando por los caminos que tiene,
por aquellas sendas,
encontramos un rincón,
un rincón apartado allí,
junto a los acantilados.

Había una senda de pescadores que bajaba abajo,
a las rocas desde donde pescaban,
bien con cañas o, algunos,
incluso hasta percebes.

Pues nos sentamos allí, en un rinconcito.
No molestábamos a nadie,
aunque también nadie nos molestaba a nosotros.
Podíamos hablar de nuestras cosas,
podíamos quedarnos en silencio,
podíamos mirar el mar que, en la distancia,
se mostraba firme, magestuoso, sereno,
con ese azul que parecía un manto
y quería cubrirnos de paz.
También veíamos los barcos.
Barquitos que salían.
Barcos grandes.
Petroleros algunos, incluso hasta de pasaje.
Podíamos ver, también, la playa,
las grandes playas con gente, paseando,
tomando el sol, caminando por la orilla del agua.
Y tal vez lo hacíamos desde esa complicidad que teníamos,
en esa charla sin palabras,
ese mirarse nuestros ojos, de vez en cuando,
en ese acercarse nuestras manos
de modo tímido, pero buscándose,
llevando la caricia,
hablando, de vez en cuando, de alguna cosa
que nos había sucedido,
por la que mostrábamos interés.
Preguntándonos y, sobre todo,
sintiéndonos tan cerca.

Es verdad, ¡sobraban las palabras!
Y eso lo hacía la unión.
Estábamos libres.
Libres, iba a decir como ahora, pero no,
ahora no estamos libres,
ahora estamos volando en un sueño
largo y profundo.

...Y recuerdo que aquellas veces,
que nos encontrábamos así,
también soñábamos y también volábamos
con nuestros sueños
porque unas veces nos trasladábamos a las montañas,
otras a los ríos,
incluso aquella cueva donde nos metimos alguna vez.

Parecíamos aventureros,
pero quizás era la edad.
Tampoco medíamos el riesgo.
No éramos espeleólogos, por supuesto,
ni siquiera montañeros.
Teníamos ganas, quizás de...
correr una aventura y eso hicimos.
Nos metimos en ella. Salió bien.
También nos jugamos la vida
y así me lo dijiste alguna vez,
pero bueno...
Al final hoy lo contamos,
también, lo recordamos,
incluso con la sonrisa en los labios.

...Sí, aquella tarde fue muy bonita
y en aquella península
era toda la vida para nosotros.

No sé si era otoño o era invierno,
¡no, no lo sé!,
sé que apenas había gente. Paseamos por ella.

Sí, luego nos levantamos de aquel rincón
que antes describí.
Fuimos a dar una vuelta entre los pinares
y por allí nos sentamos,
no sé si fue en unas escaleras que había,
bajando, o en otro rincón.
Hacíamos muchas pausas,
quizás queríamos llenarnos
de aquellos momentos
para inmortalizarlos en el alma,
para que quedaran allí grabados para siempre
y para que pasara lo que pasara, en el futuro,
nadie los pudiera romper ni mancillar.

Hoy quiero volver allí pero sin nostalgia.
Quiero volver con la misma sonrisa de entonces.
Quiero que vengas conmigo,
quiero enseñarte todo aquello,
quiero reír con tu risa,
quiero mirar con tus ojos,
quiero estar contigo y estar en ti,
quiero que estés en mi corazón
y yo quiero estar en el tuyo.

¡Volemos entonces,
no lo dejemos para mañana!

¡Hagámoslo hoy...!

Rafael Sánchez Ortega ©
25/03/20