Si el destino me regalase una oportunidad más para verte
te llevaría al cilindro de Avellaneda,
gritaría con vos los goles de la academia aunque me parezca una grasada
y te escucharía hablar todo el partido
de la herencia futbolística que te dejo tu viejo.
Y si los minutos pasan y la cosa se pone jodida
te contaría de mi foto familiar
en la que mi abuelo aún vivía y todos teníamos la casaca puesta,
éramos una escalera de hinchas de Racing
que no tenían idea de dónde habían salido tantas remeras.
Y te contaría que cuando era pibita mi tío me prometía todos los días
que cuando cumpla quince años me iba a llevar a la cancha,
pero nunca lo hizo y que por eso yo perdí el amor por el fútbol
entonces mande al carajo a Racing, a las canchas y a las promesas.
Y mientras te hablo notaría tu esfuerzo por no gritar eufórico
tu canción de hinchada favorita.
Y yo sólo esperaría el ínterin
para poder decirte que es así:
o te metes de lleno a la cancha
o te corres para que otro agarre la pelota,
pero que a ningún equipo le sirve alguien que juegue
siempre a medias.