Entre un día y otro
descubrí
que me importan igual
mis sonrisas y mis lágrimas:
la plenitud de ambas
es el acierto de mis alegrías
y la bondad de mis tristezas.
Entre amaneceres entendí
que amo tanto al Sol
como a mi misma,
y en su luz guardo las horas
valientes y temblorosas
de mi itinerante día.
Entre anocheceres sentí
que la Luna es mi compañera
y refugio
de aquellos sueños
perdidos y logrados
que hicieron
con singular matiz
la mujer que admiro
frente al espejo.