En el medio de la batalla
él escuchó su llamada,
y sintió que debía ir
al encuentro de su amada.
Blandiendo su espada por doquier
corrió a montar su caballo,
y sabiendo lo que debía hacer
su corcel salió como un rayo.
Corrió días y noches
atravesando bosques y ríos,
con su caballo como compañero
sin importarle calor o frio.
Su princesa lo necesitaba
y él no le podía fallar,
se enfrentó a mil peligros
pensando solo en llegar.
Soñaba con estar a su lado
y en nada más que abrazarla,
sentía que lo guiaba su perfume
y no deseaba más que amarla.
Su doncella estaba aterrada
en la ventana de la torre lloraba,
la tristeza la tenía cercada
ya pocas esperanzas le quedaban.
Pero cuando se creyó perdida
cuando todo ya era oscuridad,
oyó que su héroe había llegado
a liberarla de la soledad.
Ella se lanzó del balcón
y cayó en sus brazos agotada,
pero al sentir el calor de su amante
sabía que su vida recuperaba.
A todo galope escaparon
besándose con inmensa felicidad,
a un lugar donde reír
y amándose por toda la eternidad.