Uno se encariña con las personas y le parece después que las ha querido siempre. Llega hasta costar trabajo imaginarse que todo tuvo un principio, agrada hacerlo, sin embargo, cuando tenemos la convicción de haber ido construyendo algo sólido e indestructible con esa cosa sutil e impalpable como es el sentimiento.
Imagino el cariño como un diamante, primeramente es más duro y limpio que todos los demás minerales, raya todos los cuerpos y no puede ser rayado por ninguno. Pero no basta con pulirlo de un solo lado, no es perfecto si no cuando se ha ido labrando y modelando por todos los costados, entonces brilla con luz inigualable desde todos los ángulos; la imagen sería perfecta si además el diamante una vez pulido y acabado pudiera crecer de tamaño. Vale decir que un verdadero cariño no se funde en un solo sentimiento, si no en muchos que van equilibrándose unos con otros y reflejando cada uno la luz de los demás...
(14 de febrero de 1960, Revista Bohemia)