Heriré tu cuerpo con mi más profundo Amor,
Para saciar las ansias de tu pecho erguido,
Y a la sombra de la manta del terciopelo de tu piel.
Entraré en tu cuerpo con la caricia del mío que ha dolido,
Y buscaré en la tersura de tus pechos,
El arroyo de agua fértil que calma la sed de mi deseo escondido,
Beberé de ellos sin prisa y sin angustia,
Porque tu cuerpo virgen en mi memoria se dibuja,
Y me impregna con su aroma, de ambrosía y escarlata.
Definiré el silencio de tu espalda,
Y le hablaré muy quedo con mis labios en voz callada,
Y le amaré con las caricias de mi boca tan sellada,
Para marcar los surcos,
Cual tierra donde habrá de ser sembrada.
Te hablaré del detalle de tu piel morena o quizás tan blanca,
Que acaricia tus bellos muslos y el nacimiento de tu entraña,
Y me quedaré entonces sin palabras,
Porque el rumor de tu incienso… me embruja, me embriaga.
Beberé del resplandor silente de tu cuerpo,
E iluminaré mis manos tan ciegas, tan calladas,
Y hallaré entre sombras el camino,
Para verte sonreír, con Amor y ya sin ansias.
Me quedaré hablando de tu cuerpo,
Y del Amor que él me reclama,
Y le diré siempre en silencio,
Que mi paraíso es el Edén, de tu piel y tus entrañas.
No he hablado de tus ojos color miel o quizás como avellanas,
Y quizás son tan oscuros como noche estrellada,
No he hablado de tus labios, ni del beso que regalas,
Y quizás tampoco, del cabello que te adorna,
Como espejo de mis noches,
Tan amantes de tu cuerpo, pero a la vez tan solitarias.
Como hablarte de tu cuerpo,
Tan herido por el mío,
Si en ese dolor tan perfecto y disimulado amorío,
Se esconde el placer inmenso,
De y por ti, aquí en mi cama.
Como hablarte de tus pechos y tus muslos,
De tu vientre y tus entrañas,
De tu rostro y tus cabellos,
Sin poder aceptar hoy todavía,
Que has dejado aún tu huella tibia,
En mi cuerpo… y en mi cama.