Si por frágil y astuta
me considera usted
indigna del bello arte,
para condenar,
no está a la altura.
Nos condenan y amenazan
sin compasión sublime,
cuando es culpable usted
como yo, al intentar desear.
Quizá más lo sea yo
por consentir su sutileza
que con astucia me convenció.
¡No respire la pureza
de esta alma con sueños!,
pues sabe escapar a
menudo de toda desgracia.