Laura Cordero

SANGRE DE VALIENTES

Con el mismo brío en la mirada,

con las nubes que de azúcar parecen empapadas,

sobre un pequeño mundo están aglutinadas,

y cuando llega el sol a dispensarse  se ven obligadas.

 

A sus amores les suspira,

cuando sale el sol y de nuevo se siente viva,

provoca en la gente un desatino, 

porque piensan “que hoy no lloverá”

y les moja la cara un rocío fino.

 

No posee monumentos a su nombre,

pero su campo tiene algo

que no posee ningún hombre,

en los campos se han escrito mil historias,

con el pasar de los años,

se han tallado muchas glorias.

 

Los antiguos nos contaron, sus historias,

con la frente encaramada, nos decían,

tocaba levantarse y trabajar,

aunque el patrón escaba de matar,

cargando como mulas, llegábamos muy lejos,

conformásemos con ver comer a las señoras,

pues cual perros nos miraban,

siendo tan iguales, nos despreciaban.

 

Y los años pasan  aun precipitadamente 

pues sus sueños, son los sueños de la gente,

son los sueños que se heredan,

y se cumplen de repente.

 

Subir a las montañas y mirar al fondo,

las casitas, los huertos y las cañas,

y pensar de la gente todas sus mañas,

soltar una carcajada que llene todo el valle,

y quizás piensen que no hay quien su risa calle.

 

Maldicen su alegría porque no saben cuánto ya lloró,

cuantas veces de la cama se cayó,

luchando con fantasmas,

que le destrozan los sueños todavía,

se lava la cara y mira al espejo,

con asco le dice deja de burlarte viejo.