La sonrisa se escapó de su contexto, se espantaron ilusiones en la imagen de un consuelo. Resignada la mirada se fugó y ha tomado el camino a la nostalgia. Dolorida realidad que la define, solitaria se aproxima sin rencores, como el viento en la inmensa locución del infinito, se confunde. La apodera un gran deseo de aventarse a media luz, desesperada. No coincide el corazón con la esperanza, se hace torpe, insinúa una derrota y parece declinar sus convicciones. Da pelea todavía, y en su frágil perspectiva se hace fuerte, no se rinde. Su cabeza se levanta reanimada, me sorprende. En sus ojos un destello inesperado se ha aferrado de la fe de su interior despedazado.
He buscado interpretar sus emociones, y no puedo. Intentaba definir sus desazones, más el brillo de su alba me ha ofuscado, soy inútil para ella y me conmueve. Es un ángel afligido, un buen ser por su nobleza. Heroína de esta historia cotidiana que camina hacia adelante sin dar paso a la impotencia, que se aferra a la ilusión de despertar de su tormento, pesadilla que no acaba, se propaga a toda hora, la maltrata y desconsuela.
Tiene triste la mirada y al mirar en su interior nos abandona de manera discontinua. Suavemente evita hablar de su suplicio, solo calla, luego sigue por la nada, le acompaña la agonía entrecortada que se funde con su aliado corazón, su compañero.
Sus pisadas se parecen al cansancio, se desmayan cada vez que empieza el día. No adivina en el futuro un buen pretexto a ser feliz como era antes. Un bullicio de ironías se hace eco de su vida y no le dan la bienvenida. Todo esta tan desolado, como ausente y alejado.
Yo la vi en lo profundo. Vi sus ojos de un color adormecido. Vi sus manos consolarla en las mejillas y su voz como apagada se hizo fuerte por instantes. Le decía que se cambie y que salga a ver la luz que todavía resplandece en sus jardines.
Un disfraz de valentía y de coraje desgastados le vistieron. Sus colores deslucidos se sostienen de esperanzas empuñadas. Poco a poco se contagia de una cruel melancolía, un dolor irremediable, invencible. Una pena desmedida, el amor de sus ensueños la acompaña todavía como aquella vez primera y sonríe levemente a esta espera agotadora.
El milagro de la vida se acercó a acariciarla tiernamente y lloró de emoción por preferirla. Fue su fe la gran aliada consecuente y ha logrado imponer su corazón a la tristeza.
Soy testigo del esfuerzo más sublime. Yo la vi despertar por las mañanas y luchar hasta el crepúsculo cansado. Sacudieron mis sentidos su pasión por encontrar una respuesta a su destino. La abracé de manera delicada. La sentí regocijada entre mis brazos, humildemente resignada y orgullosa por su lucha pertinaz a favor de una razón maravillosa que hoy la cuida, la protege, la acompaña todo el tiempo. Sigue firme y renovada al ardiente corazón que la precisa...es su ángel misterioso quien la guarda.