Entre los dolores por fracturas y
quemaduras de sol, la brisa
arrastra lentamente, muy despacio,
a los árboles y sus despojos,
al encuentro fraternal con
el caudal del río y sus meandros.
Las piedras comprenden
cuan infalible es el tiempo
y, aunque se resisten,
los dejan pasar, a veces,
construyendo puentes
para que lleguen más rápido
o diques para que no
se alejen demasiado.
En un muelle, a la distancia
intento ver el espectáculo,
pero ningún humano tiene
cómo comprar el boleto
para tan espléndida función.