Las tardes melancólicas de mayo
cargan sabor a besos y epazote;
Afuera el cielo es nube gris, rayo,
y comienza a llorar el ciricote.
Los besos recibidos en la infancia
de los sinceros labios de mi madre
desembocan, desnudos, a la estancia,
y consigo la imagen de mi Padre.
¡Qué bella placidez mi casa tiene!
¡Qué suaves los perfumes de sus flores!
¡Ya recibe sin prisas al que viene
y lo llena con dichas y primores!
La mesa de mi casa llena está,
llena con sopas y caliente guiso,
y así, si dios lo quiere, seguirá,
Y si no, pues será que no lo quiso.
La lluvia percutida y lenta suena,
las ventanas suspiran con sopor.
Mi familia prepara ya la cena
y la estancia es un vaso de rubor.