Llévame lejos
de aquellos mapas y geografías
donde habitan los espectros,
y se vacían, cada mañana, las voces,
como inocentes caparazones de tortuga.
Llévame fuera, lejos
donde nunca amanece
con luz de sol en los ojos,
y se sumen en su terciopelo diario,
las bestias del agua adormecida.
Donde se quiebran las alas de los ángeles
y murmuran sus enredaderas de palabras
los blasones de ecuadores indistintos.
Llévame sí, lejos
de aquellas otras inocencias,
de esos bailes de decenas de incumplidas decepciones,
de esas amantes de velo con obsesión de estrella.
De esos montones de cáscaras que escupen los monos.
Porque ya me he dormido, ya he bailado y he gozado
placeres infinitos, y la herida continúa brillando.
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