Ana Vega Burgos

TARDE DE GATOS (del poemario JUEVES CERRADO POR CORAZÓN ROTO)

Llueve afuera, en la tarde que agoniza

sin esperar que el mundo se detenga.

Ya no voy a salir. Cierro mi puerta

para quedarme aquí, como mis gatos

que ronronean envueltos en ceniza

soñando con el juego eterno que aguarda su momento

-pájaros de menudos huesecillos

que se deshacen en sus bocas ávidas-.

 

No volveré a salir. Tengo la piel ardiendo,

pero esta tarde melancólica

enfría mi aliento en nubes de nostalgia.

 

Nostalgia gris y azul como volutas de humo

con sabor a prohibido y a bebidas amargas.

 

Sabor a cigarrillos que no fumaré más;

los tacones de vértigo rodando por las piedras;

orgullosa la nuca, la melena enredada:

negra, feroz, revuelta…

la ansiedad de una vida que ayer se nos gastaba

-tan tiernos, tan ingenuos,

 los ojos puros, ciegos-

y la aspirábamos a grandes bocanadas.

 

Confundidos las piernas y los brazos.

Doloridos, tirantes

                   los tendones, en danza extravagante.

Labio. Lengua. Colmillo.

Contorsionista. Amante.

Arrancando a la fuerza, con uñas afiladas,

música de las tensas garras

de las entrañas.

 

Ahora, llueve afuera.

Y yo estoy dentro, acurrucada, chica.

Como una niña que nunca será niña.

Como una vieja que nunca será nada.

 

El alma de la tarde se hace noche sin prisa.

 

Llueve. Sobre las ramas

del manzano del huerto brillan con luz de plata

telarañas de seda.

 

Llueve sobre el silencio. Solo queda

 el perfume de un sueño

de lo que nunca fue, pero pudo haber sido.

 

(…pasa un paraguas rojo herido en sus varillas…)

 

Huele a tierra mojada.

                       (¿Recuerdas...?)

Evocadoras,  lentas,

caen las estrellas, negras.

 

Negras

        como mis lágrimas.