Odio la soledad cuando me ama,
detesto la ausencia que me calla,
el cinismo de una compañía ausente,
que entre tantas palabras
el silencio tiene más sentido que su propia voz,
cuando quiero llenarme el vacío me abraza
como el frío invierno de media noche.
Odio el misterio de la expectación,
el sonido absurdo de la espera,
la risa fingida de la melancolía,
cuando quiero correr a la cima de mis sueños
me frena la realidad oscura que me rodea.
Odio el vicio de mi adicción,
detesto el cálculo irónico de mis planes,
el desenlace contradictorio de mis sueños,
el tiempo efímero que juega conmigo
como si los años acabaran en instantes.
Odio las miradas perdidas,
aquellas que miran sepultando mentiras,
que ignoran sinceras verdades,
cuando mis ojos mismos descubren falsedad,
detesto el disfraz evidente que finge engañar,
siento el aire tóxico que respiro cuando se miente.