Mis versos sonarán en tu oído
como lanzas atravesando
un triste cuerpo herido.
Versos hechos con mi sangre,
sangre roja de mis venas,
que se escurre lentamente
de este cuerpo casi inerte.
Tu eres aquella barcaza vieja,
Donde su vida a de peligrar,
Solo le queda abrazar el horizonte,
Solo le falta lanzarse al mar,
Para que su alma logre olvidar
El porqué, de la muerte no puedes regresar,
Se fue aferrando a aquel huracán
De ideas insulsas que llevan a un destino fatal,
esos sentimientos perturbados
que de la nada le quitan el aliento.
Así su imagen se convierte en un áncora inmovible
porque ya navegó aguas muy profundas,
Y aunque muera la tempestad y baje la marea,
aunque perciba su cálido rostro en la arena
estupefacta y aturdida jamás podrá reaccionar.
Finalmente
Ya su figura elegante se guardaba
en ese cuerpo exánime
que la mirada eterna
en el cielo tenía fijada,
aquella mujer etérea,
espectral y helada,
que tras la muerte
al fín no siente nada.
Hasta el último respiro lo dio apasionada.