He vivido 75 años, he reinado 50…,
he sido feliz 9 días.
Abderramán III.
Se cuenta que, a la muerte de Abderramán III, se encontró un billete escrito
por el propio califa, que decía algo así: he poseído todo lo que un hombre puede
desear en este mundo —el final del aserto se reza en la cita susodicha—.
Este Abderramán, último emir y primer califa cordobés, bebió de los laureles
que rezumantes orlaban las calles califales durante la punta del esplendor
andalusí, gozando de todos los placeres que dar se puede a un hombre.
Como fruto de este excelente fluir se dio en fundar una mítica ciudad,
la simpar Azahara —no lo antecedo de medina porque sería redundante bajo
la etimología árabe concerniente—.
Dejo un primer guiño de su maestría poética:
Me hallo en estos vergeles rodeado
de las más excelsas preseas:
Hermosa floresta me circunda, hermosas hembras,
y las viandas que de la tierra me brotan con primor.
—cita la crónica como nota escrita de entre muchas
que el rey poeta reunió de sus horas de asueto—
Asimismo, la Epigrafía nos ha granjeado un ramillete de estrofas
que tienen tanto valor como lirismo contienen sus palabras.
Vaya este botón de muestra para ilustrar esto que digo:
Rumor temprano que cercano me ciernes el oído.
Dios me vierte sus buenos días con el arrullo de un pájaro
que deseante se posa en mi alféizar.
El apremio de su pico me urge a abrir mi ventana.
Entra majestuoso y deja sobre la loseta su presa
que late todavía, agonizante de gozo.
La Córdoba califal y su precioso retiro de Azahara son rosarios
que engarzan un sin cesar de versos y versículos del más variado trapío.
Dejemos antes de plegar las alas un último hálito de primor:
La más brillante de las huríes que pueblan el valle.
La más hija de las hijas de la madre cordobesa,
a cada instante me besa la mejilla roja de sangre
que al remanso de un paréntesis se asemeja.