Quiero hacerte Jesús una pregunta
que desde siempre me inquieta:
¿Por qué Adán y Eva,
que fueron creados buenos,
se dejaron llevar por la soberbia?
¿Si fueron creados sin pecado,
cómo permitieron que se infiltrara en ellos
la primera ofensa?
Sin embargo, Señor,
yo no lo hubiese hecho mejor
que ellos.
Aún circula en nuestras venas
junto a la Sangre redentora de Cristo
el veneno
de la antigua serpiente que sibilante silabea
“¡Serás como dios!”
Señor, soy capaz de todos los errores,
y de todos los horrores:
de las fealdades mayores
que pueda imaginar.
Pero basta con una gota
de tu Sangre para salvar
de todo el daño del veneno,
que los crímenes del mundo entero
puedan causar.
Cuerpo y Sangre de Cristo sobre el altar,
el mejor antídoto contra la soberbia,
el mejor remedio para llenarnos de humildad.