Estás aquí porque te veo, te siento
y no preciso explicar mi soledad a nadie.
Te veo en cada camino que cruzamos
y aún en lugares que hizo falta perpetuarse.
Te siento tan dentro de mí que invito
a pronunciar a los demás tu nombre,
jugando con el verbo escrito
en anécdotas carentes de tu imagen.
Estás en mi mirar lejano,
coloreado de nostalgia y brío;
miro, al mismo tiempo, recorridos
que traslapan un futuro y un pasado
que quizá no vuelva a verlos realizarse.
Pero vacila mi saber, cansado
de velada angustia y desconcierto,
por faltarme valor a espetarte
¿Qué sería lo que persigues en tu intento,
carente de afán beligerante?
que acomete con acierto, empero.
Y no hallo mas consuelo que callarme
y guardar la sospecha de mi asedio.
Porque el riesgo de perder un sueño
no es un precio que esté dispuesta a darte
por saber si eres tú a quien espero,
o te irás, o te obligo a que me apartes.