Tu dulce voz se apagó en la noche estrellada
como el pábilo que a su fin llega de una vela,
el verde fulgor de tus ojos el éter riela
en los negros abismos de mi alma apasionada.
Murió tu rojo canto en la orilla de la nada
como suspiro de amante que tu amor anhela
y ahora el tétrico silencio de la noche vuela
con una hiriente espina en mi corazón clavada.
El color de tu voz renace en la alborada
con luces carmesíes y verdes melodías
para arrancar de mi corazón la aguda espina.
En el leve dormir oigo tu voz divina:
entre rosas me inocula dulces alegrías
que arrancan de mi corazón la espina clavada.
En las alas del viento