La tarde no era tan fría.
Solo existía una duda, una terrible pregunta
endurecía su mente.
Empezaba a clarear y seguía con sus dudas;
llamas recorriendo el mundo empapadas de
-locura-.
Nada era como antes, ni como ahora tampoco.
Eran reflejos de un tiempo,
candilejas de un camino amarradas a su albarda,
cuyo peso era tan grande que no podía aguantar.
Las siluetas del pasado regresaban a su severo
-presente-.
Nada era como antaño los presagios de su mente
le llevaban, le encadenaban a un filamento hueco,
hondo, del que no podría salir...
Y llorando cabizbajo no quería comprender,
que la Vida es amiga, es belleza, es claridad,
es energía ardiente si sabemos aguantar.
Estaba vivo y deseaba marchar.
No quería proseguir en un mundo de injusticias,
de rencores, de odios,
de situaciones injustas que no podía entender.