Del tiempo furibundo
Alejandra Pizarnik
El tiempo que espera
nada perdona,
sus manecillas son
como navajas afiladas
que laceran mi espalda;
su aliento es furibundo,
su aliento es furibundo.
Colapso en camino con él
tras los plateados brazos
que abren mi piel
de par-en-par.
El tiempo es vil, el tiempo es cruel
y sus números, los sacerdotes
que cantan mi Réquiem.
Su embelesadora voz
perturba cada nervio de mi cuerpo;
y yo, caigo en rojo sueño
arrullado por su ronronear.