Salió como siempre sonriendo por su calle,
devorando con locura las miradas inoportunas
que querían florecer...
Saludaba a sus vecinos con insistencia sincera,
atrapando con sus manos lo real, lo verdadero,
las cosas buenas del momento.
Él entregaba su amor,
acariciando con fuerza todo atisbo de confianza.
La alegría de su rostro penetraba en los demás...
Era héroe del instante, sin aplausos, sin sonrisas,
sin halagos, sin besos ni fantasías.
Solo llevaba en su cuerpo su energía positiva,
era su fuerza secreta para impregnar a los
-hombres-
de gozo y de un amor fraternal.
Era dueño de sus actos con pausa y serenidad.
Era actor de la esperanza,
héroe de amor y de paz,
de caricias escondidas,
de alegrías sin final...
Caminaba junto al viento acompañando a la
-gente-
dando color a la vida, sonriendo a su destino.
En un momento su vida se transformó en alegría,
su alegría en fortaleza,
para enterrar para siempre en el fondo de la
-tierra-
los gritos de la tristeza.