Alegría en alta frecuencia
me aguardaba desde ayer
y en el andén de la paciencia
dulce espera, cuerpo de mujer.
Solitario hastío parecía culminar
resguardo de relojes sin agujas
inútil quietud del bulevar
cónclave mayor de mis brujas.
De pronto, un tren de pasajeros,
larga fila de peatones
cada cual con sus aperos,
multitud de ojos marrones.
¡Sorpresa! Avanza un faro celeste
que ilumina la antigua soledad.
Ella viene por el Este…
¡y el corazón sistolea mi felicidad!